La devaluación e inflación son variables importantes al momento de buscar consejos de salud financiera que tengan como objetivo el rendimiento del dinero, sea que se utilice para el ahorro como para una inversión específica.
En caso de no ser tenidos en cuenta, ambos elementos pueden retrotraer el valor de un capital específico.
La inflación producirá una pérdida en el poder adquisitivo de productos dentro de una economía, mientras que la devaluación de la moneda puede exacerbar estos efectos, así como reducir la capacidad de compra respecto a bienes y servicios en el exterior.
Por eso, es clave conocer la interacción entre devaluación e inflación y qué casos específicos hay que puedan visualizar esta correlación que tiene efecto tanto para los ciudadanos como para los mercados financieros.
¿Cuál es la relación entre devaluación e inflación?
La devaluación e inflación están relacionadas de varias maneras, pero la relación principal es que la devaluación de una moneda puede aumentar la inflación en una economía.
La devaluación de una moneda es una reducción en el valor de una moneda en términos de otra moneda o en términos de bienes y servicios. De esta manera, cuando una moneda se devalúa, se necesitarán más unidades de esa moneda para comprar la misma cantidad de bienes y servicios que antes.
Una forma en que la devaluación puede aumentar la inflación es a través del efecto de los precios de los bienes importados. Si una moneda se devalúa, los bienes importados se vuelven más caros, ya que se necesitarán más unidades de la moneda local para comprar la misma cantidad de bienes extranjeros.
Devaluación e inflación: efectos principales
Uno de los efectos principales de la devaluación e inflación es aumentar los precios de los bienes y servicios producidos localmente, ya que las empresas pueden aumentar sus precios para igualar los precios más altos de los bienes importados. Como resultado, la inflación puede aumentar debido a la devaluación de la moneda.
Otra forma de combinación entre devaluación e inflación es a través del efecto en los costos de producción. Cuando una moneda se devalúa, los costos de producción de las empresas que importan materias primas y bienes de capital pueden aumentar, ya que tendrán que pagar más en términos de la moneda local para adquirir estos insumos.
Este aumento en los costos de producción puede llevar a las empresas a aumentar los precios de sus productos para mantener sus márgenes de beneficio, lo que puede aumentar la inflación.
La devaluación e inflación de una moneda también puede tener un efecto psicológico en la economía. Si los consumidores y las empresas creen que la devaluación de una moneda conducirá a una inflación más alta, pueden ajustar sus expectativas y aumentar los precios de los bienes y servicios, lo que puede aumentar aún más la inflación.
¿Los países que devalúan tienen inflación?
Es común que los países que devalúan su moneda experimenten inflación. La relación entre devaluación e inflación es constante.
La devaluación de una moneda implica que su valor en comparación con otras monedas se reduce, lo que hace que los productos y servicios importados se vuelvan más costosos para los consumidores locales. Esto puede aumentar el costo de vida y la inflación en el país.
Sin embargo, el nexo entre la devaluación e inflación no siempre es lineal. A veces, la devaluación de una moneda puede tener efectos deflacionarios.
Si una economía depende fuertemente de las importaciones y su moneda local se devalúa, los bienes importados pueden volverse más costosos y disminuir la demanda por ellos, lo cual puede reducir la inflación al disminuir los precios de estos bienes.
Si bien los gobiernos pueden intentar devaluar su moneda como una medida para combatir la inflación, esto solo funciona en ciertas circunstancias y no son consideradas soluciones efectivas a largo plazo.
En la mayoría de los casos, la devaluación e inflación están vinculadas en los efectos negativos sobre la economía de un país.
Las presiones y los contextos de la devaluación e inflación
La mayoría de los países que producen fuertes devaluaciones tienen un sistema de tipos de cambio fijos, es decir, que una moneda sea regulada estrictamente por la autoridad monetaria de un país.
Esto se produce porque un valor del tipo de cambio que fija el gobierno puede no ser el tipo de cambio determinado por la oferta y la demanda de moneda. Cuando un tipo de cambio es superior a su valor fundamental, es un tipo de cambio sobrevalorado.
En estos últimos casos suele producirse que inversores financieros comiencen a creer que pronto se ajustará el tipo de cambio debido a los perjuicios que ese estado produce sobre la macroeconomía. Ante ese panorama, el gobierno tiene dos vías principales para accionar sobre la devaluación e inflación:
- O devalúa la moneda por la presión que ejercen los distintos actores económicos,
- O la sustituye por un sistema de tipos de cambio flexibles, determinado por la oferta y la demanda, acompañándola con una depreciación.
En los esquemas de tipo de cambio fijo, usualmente se ata el valor de la moneda nacional a la de un país que tiene una inflación más baja.
El hecho de que su inflación relativa sea más alta implica una subida continua del precio de los bienes interiores en relación con los bienes extranjeros, una apreciación real continua y, por tanto, un empeoramiento continuo de la posición comercial.
La fijación conseguirá mantenerse en el tiempo en tanto estos actores esperen que sea asequible también en el futuro.
Al margen de la explicación de los tipos de cambio sobrevalorados, si de devaluación e inflación se trata, también existen las monedas que mantienen una subvaloración.
Esto sucede cuando el valor oficial fijado es menor que el valor de equilibrio determinado por la oferta y la demanda en el mercado de divisas.
Sin embargo, mantener un tipo de cambio subvaluado puede llevar a una acumulación de reservas a expensas de los socios comerciales que tienen tipos de cambio sobrevalorados y, por lo tanto, están perdiendo reservas.
Dado que esta situación no puede sostenerse indefinidamente, los socios comerciales del país pueden ejercer presión política para que el valor de su tipo de cambio vuelva a ser igual al oficial.
Ejemplos de la interacción
Una forma extrema de fijar el tipo de cambio es a través de la dolarización, en la cual se sustituye la moneda local por una moneda extranjera, generalmente el dólar. Sin embargo, y pese a la devaluación e inflación, pocos países están dispuestos a renunciar a su propia moneda y adoptar la de otro país.
A modo de ejemplo, durante la década de 1980, Israel enfrentó un alto índice de inflación. En ese momento, un ministro de finanzas israelí sugirió la idea de la dolarización como medida de estabilización económica.
Sin embargo, su propuesta fue mal vista y considerada una amenaza a la independencia económica de Israel, lo que resultó en su despido inmediato del cargo.
Una alternativa menos drástica para frenar la devaluación e inflación es la caja de conversión, en la cual el banco central se compromete a intercambiar divisas por moneda local a una tasa de cambio establecida, y se le prohíbe hacer operaciones de mercado abierto, como la compra o venta de bonos del Estado.
Otro caso importante en América Latina es Argentina. En 1991 este país adoptó la caja de conversión tras padecer una inflación del 30% al mes y crecimiento negativo.
La imposibilidad de corregir el desajuste de devaluación e inflación bajo una leve depreciación desembocó en una de las peores crisis económicas de su historia, materializada en el estallido social de 2001. Allí se devaluó fuertemente su moneda y se suspendieron los pagos de su deuda externa.
La devaluación e inflación meses después fueron necesarias para ajustar el tipo de cambio y hacerlo más realista, lo que ayudó a mejorar la competitividad de sus exportaciones y atraer inversiones.
Sin embargo, esta acción tuvo efectos negativos en la economía argentina en el corto plazo, como la caída del poder adquisitivo de los salarios y la subida de los precios de los bienes importados.
A largo plazo, la devaluación de la moneda argentina ayudó a la recuperación de la economía y sentó las bases para una mayor estabilidad económica.
No obstante, ellas siguen siendo un problema importante en Argentina, lo que indica que la devaluación adoptada no fue suficiente para resolver el problema estructural de su economía.
En Colombia, la inflación alcanzó un 12% en 2023, la cifra más alta en 23 años, lo que viene acompañado de un fenómeno de devaluación del peso colombiano, que en 2022 se posicionó como la cuarta moneda emergente más devaluada en los últimos años.
Mirando hacia atrás, Colombia había experimentado otra etapa muy difícil en las décadas de 1970 y 1980. Las causas fueron diversas: déficit fiscal, la expansión del crédito y la devaluación de la moneda, entre las principales. Y en ese período el IPC anual superó varias veces el 20%, alcanzando un máximo histórico del 35% en 1991.
En esos momentos, el gobierno colombiano optó por una batería de medidas económicas, entre las que se destacaron el libre comercio, tipo de cambio flexible y una reforma fiscal para reducir el IPC. Esos ajustes sirvieron para estabilizar la situación financiera y evitar los bruscos desajustes durante la década de 1990.
Desde entonces, el IPC en Colombia se mantuvo estable, en el orden del 5%. Hasta 2022, año en el que los precios generales de la economía, golpeada por la pandemia de coronavirus, marcaron una variación de 13,2%. En ese salto, los colombianos sufrieron un aumento significativo en el precio de los alimentos y de las bebidas.
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El escenario es similar en gran parte de Latinoamérica: la devaluación e inflación golpean los bolsillos de la población. Eso genera que muchos de los inversores dejen de ahorrar en la moneda local, que se deprecia mes a mes.
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